Con el equipo profesional elaboramos un esquema adaptado a los nuevos tiempos para seguir brindando servicios a los que leen, a los que escriben, a los que editan y también a los agentes literarios del mundo todo.
Nuestros servicios están destinados a aquellos que quieran tener un asesoramiento editorial o necesitan realizar una práctica en el mundo de la escritura, la lectura y la comercialización de distintos géneros literarios, desde poesía y narrativa hasta ensayos y textos académicos de nivel inicial o avanzado.
Obviamente el título es metafórico. Quien dice laboratorio está hablando de conocimiento científico o especializado; pensé en la figura del laboratorio porque es un espacio de introspección o de generación de conocimientos, que no tiene ningún otro fin más que la ciencia en sí misma. Un lugar de conocimiento puro podríamos decir y también de ensayo y error. Ante esto, nace la necesidad de poder transformar un texto en material de divulgación científica y, además, agregarle las herramientas de la formación literaria como campo de libertad.
Cuando uno escribe ficción no tiene límites; es un mundo imaginario donde hay un vale todo desde los contenidos hasta los formatos. Y en general, textos como las tesis de maestrías y de doctorados, requieren el traspaso de este lenguaje complejo a uno más accesible para su lectura, una actividad que no está ofertada habitualmente, por así decirlo, ni en el currículo universitario ni en el mercado de los talleres de escritura.
La idea es combinar estos dos mundos. Generar un espacio de coordinaciones de las intenciones de lengua escrita que puedan tener los participantes; este me parece el rol más interesante. Mi desafío es enseñarles a las personas que no escriben habitualmente, pero que saben mucho de determinados temas, algunos tips, otros les dicen herramientas, pero en definitiva se trata de conocer las reglas de juego entre diferentes públicos.
Cómo dirían los enólogos, esto es un "buen maridaje". Hay escritores consagrados que vienen del mundo de las ciencias y, a su vez, grandes obras han tenido a la Ciencia como tema. Primeramente, autores del Siglo XIX como Herbert George Wells y Julio Verne que vivieron en los años en los que la Ciencia fue colocada en el centro del pensamiento.
A finales de la Segunda Guerra Mundial, un autor japonés llamado Kōbō Abe desarrolló un mundo de fantasía y literatura científica espeluznante. Como así también autores de ciencia ficción, entre ellos Isaac Asimov y Ray Bardbury. Pero más allá de los autores, es interesante leer obras en base a cómo intervienen ambos lenguajes en las mismas. Por un lado, la Ciencia que busca explicar los fenómenos que acontecen en la realidad, y por otra parte la literatura que en cierta forma, con una suerte de moral siempre encubierta, pretende transformar a sus lectores. El hombre no nació escribiendo, esto fue una invención tecnológica y por ende científica. Desde este punto de vista la escritura y su transformación en literatura sería un modo de hacer ciencia también.
Ante los efectos de la globalización y gracias a internet, los discursos se han soltado, de alguna manera, y las capillas literarias prácticamente desaparecieron; por lo que hoy circulan una inmensidad de libros y también de discursos. A tal efecto, se achataron también las posibilidades de tener criterios de valoración unívocos sobre lo que está circulando. Se trata de tener una amplitud de visiones (heterogenia) desde todos los puntos de vista posibles (mirada estroboscópica), buscando un equilibrio entre la razón y la intuición (holística) en esta época curiosa en la que estamos. Así también, la ciencia busca, disciplinadamente, respuestas a las problemáticas del ser humano. También interviene lo que se podría llamar azar, que no es otra cosa que el arte de hacer hallazgos imprevistos (serendipia).
Es una cuestión relativa. En la actualidad una opinión crítica o la aceptación del público se ha transformado en la presencia de íconos y dedos levantados (likes) en las redes sociales. El libro físico, en cuanto a concepto, está en mutación. En su formato más tradicional e histórico (papel), sigue funcionando como un dispositivo totalizador, o que intenta serlo.
El lector también ha cambiado; lee cada vez más en soportes digitales, y esto complejiza la práctica de la escritura. Ante esta multiplicidad de autores y libros cuesta elegir a un solo referente o a un solo especialista; sabiendo además que hay muy buenos dando vuelta y que conviven muchas clases de estéticas y ofertas al mismo tiempo.
Como digo siempre: no se puede escribir sin leer. A la hora de sentarse a escribir, ante la falta de práctica y de tiempo para alcanzar una mayor diversidad de lectura, no se logra dar este paso de un modo llano. A esto se suma la tarea de transcribir en palabras sencillas un conocimiento especializado. No es sólo cuestión de manejar el código específico de la escritura: sintaxis, gramática, claridad, etcétera. Sino también de entender el juego que se está jugando a la hora de escribir, incluyendo la validación de los colegas y de la comunidad científica. En tanto que, cuando uno hace divulgación puede generar muchas cosas además de brindar información, por ejemplo, dejar una enseñanza.
Primero que nada, la de estar en una aventura del pensamiento. Me parece inteligente de parte de los especialistas buscar estas instancias intermedias entre el saber puro y el público. Los seminarios son una experiencia didáctica literaria, científica y vivencial muy transformadora. Al escribir estoy compartiendo mis trabajos con recursos, estructuración de pensamiento y un vocabulario diferente. Esto implica un acompañamiento al autor durante todo el proceso de creación que lleva a la confección de un libro; esto es: darle tanto cuanto necesite para focalizar, acotar el tema que finalmente divulgará y luego continuar el trabajo en las etapas posteriores de revisión. Confío que de este modo el saber universitario podrá ser más accesible al público y no por eso menos serio y profundo.
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Asunto: DEL LABORATORIO A LA MESA DE LUZ
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